20.7.12

Otra cita de Murakami

" Para Tengo, las matemáticas eran un eficaz medio de evasión. Cuando huía al mundo de las fórmulas matemáticas, podía escapar de esa fastidiosa jaula que era la realidad.  Desde pequeño se había dado cuenta de que, accionando un interruptor en su mente, podía trasladarse con facilidad a aquel mundo. y cuando daba vueltas investigando aquel terreno de coherencia infinita, era totalmente libre. Avanzaba por los sinuosos pasillos de un edificio gigantesco, abriendo, una tras otra, puertas numeradas. Cada vez que un nuevo panorama se abría ante sus ojos, el abominable rastro que le había quedado del mundo real se debilitaba hasta extinguirse por completo. El mundo regido por las fórmulas matemáticas era para él un refugio legítimo y del todo seguro. Conocía mejor que nadie la geografía de ese planeta y podía elegir acertadamente las rutas correctas. Nadie podía darle alcance. Cuando se encontraba allí, era capaz de olvidar e ignorar las normas y las cargas que le imponían en el mundo real
.
Frente al magnifico edificio imaginario de las matemáticas, el mundo ficticio representado por Dickens era para Tengo como un denso bosque mágico. Las matemáticas se expandían hacia el cielo sin cesar y, en cambio, el bosque se extendía en silencio bajo sus ojos. Sus recias y oscuras raíces penetraban en las profundidades de la tierra. Allí no había mapas ni puertas numeradas.

Desde la primaria hasta la secundaria se sumergió en el mundo de las matemáticas, ya que su nitidez y libertad absoluta lo fascinaban y las necesitaba para seguir viviendo. Sin embargo, al entrar en la adolescencia, el sentimiento de que aquello no era suficiente creció poco a poco. Cuando visitaba el mundo matemático, no tenía ningún problema. Todo salía como estaba previsto. Nada le cortaba el paso. Pero, una vez que volvía a la realidad (no tenía mas remedio que volver), seguía en la misma patética jaula de antes. La situación no había cambiado ni un ápice. Es más, los grilletes le resultaban todavía más pesados. Siendo así, ¿de qué demonios le servían las matemáticas? ¿acaso no eran más que una evasión temporal? ¿acaso no empeoraban aun mas su situación real?

A medida que las dudas crecían, Tengo empezó a distanciarse de forma consciente del mundo de las matemáticas. Al mismo tiempo empezó a sentirse cada vez más atraído por el bosque de la ficción. Leer novelas era, por supuesto, otro tipo de evasión. Cuando cerraba las páginas de un libro, tenía que regresar al mundo real. Sin embargo, un día se dio cuenta de que, cuando volvía a la realidad tras haber vistado el mundo de las novelas, no experimentaba esa dura frustración que sentía al volver del universo matemático. ¿A qué se debería? Reflexionó sobre ello y, en poco tiempo, llegó a una conclusión. En el bosque de la ficción, aunque las relaciones entre todas las cosas eran evidentes, nunca obtenía respuestas lógicas, a diferencia de lo que sucedía con las matemáticas. El papel de las historias de ficción era, grosso modo, presentar una cuestión bajo una forma distinta y dependiendo de las características y dela transformación que sufría aquella cuestión, la solución quedaba sugerida en la historia. Tengo atrapaba esa sugerencia y regresaba al mundo real. Era como un pedazo de papel en el que había escrito un conjuro incomprensible. Algunas veces resultaba incoherente y no tenía ninguna utilidad práctica inmediata. Pero albergaba una posibilidad. Quizás algún día pudiera descifrar el conjuro. Esa posibilidad lo iba reconfortando poco a poco, hasta lo más hondo del corazón.

Con el paso del tiempo, todo aquello que sugería la ficción había empezado a atraer más y más su interés. Las matemáticas seguían siendo para él un gran placer, incluso ahora que era un adulto. Cuando enseñaba matemáticas a los alumnos de la academia sentía, de manera natural, el mismo entusiasmo que había sentido de pequeño. Quería compartir con todos la alegría de esa libertad platónica. Era algo estupendo. Sin embargo, ahora a Tengo le resultaba imposible sumergirse en ese mundo regido por las fórmulas matemáticas sin ningún tipo de reservas, porque sabía que, por muy lejos que lo investigara, no encontraría las respuestas que en verdad buscaba. "

Haruki Murakami - 1Q84